Randy Perdomo y Fidel, el pasado 23 de enero.
Por Randy Perdomo García, presidente de la FEU de la Universidad de La Habana.
Fotos: Cortesía del autor
Todo comenzó con su llamada a la Oficina de la FEU de la Universidad
de La Habana el día 22 de enero, a las 9 y 20 de la noche. Aunque la
precedió un anuncio del momento que me esperaba, la voz, tantas veces
escuchada de lejos, fue impactante al sentirla cercana.
—Randy, ¿cómo estás?
—Comandante, bien. No puedo creer que voy a conversar con usted.
Él se ríe y agradece “el mensaje que me hiciste llegar. Lo he leído varias veces”.
Se refiere a nuestro proyecto de celebrar los 70 años de su ingreso a
la Universidad con una jornada de amor y compromiso. Se le nota
entusiasmado cuando anuncia sorpresa y me invita a una conversación
personal al día siguiente.
Pero esa misma noche hablaremos más: alrededor de 50 minutos. Suena
tan inmediato, como si los dos estuviésemos sentados en el Salón de los
Mártires que recordó varias veces como sitio de reuniones de su época en
la FEU.
—¡Ya son 70 años de mi ingreso a la Universidad, que se cumplen el 4 de septiembre!, me dice.
Conversamos con alegría, como dos compañeros de clase: él, con su
sencillez impresionante, tratando de que me sintiera en igualdad de
condiciones. Yo, por mi parte, sin poder explicarme totalmente la suerte
extraordinaria que me hacía vivir ese instante único. También inquieto y
preocupado al pensar en responder al “bombardeo” de interrogantes al
que siempre tiene acostumbrados a sus interlocutores este conversador
audaz.
Quiso saber de las facultades de la Universidad y de la Casa
Estudiantil, qué había sido antes de convertirse en Casa de la FEU, a
quién perteneció, en qué año ocurrió el cambio. Yo trataba de
responderlo todo, consciente de que nunca estamos completamente
preparados como para tener todas las respuestas que exige un diálogo de
esta índole. No era una prueba y a la vez lo era. Necesitaba transmitir
mucho en nombre de la juventud universitaria, y esa presión estaba ahí,
aunque el espíritu de la conversación casi me hacía olvidarlo todo.
Se interesa por la ubicación actual de todas las carreras en la
Universidad y al hablar sobre la Facultad de Física, antigua de
Arquitectura, habla emocionado de
José Antonio Echeverría.
Le explico que Física se encuentra ahora en el Edificio Varona, y me
interrumpe: —¡El edificio de Pedagogía!, dice y ahí mismo comienza a
indagar sobre las aulas.
Justo cuando ya me ponía nuevamente a sudar, por el temor a no tener
todas las respuestas, lanza la interrogante que menos me esperaba: —Ven
acá Randy, ¿qué cantidad de sillas tiene un aula en esta Facultad de
Física?. Y yo sin palabras, por supuesto. Impresionado por esa
curiosidad infinita y su necesidad y ansias por saber al dedillo cómo
funciona el mundo.
Le explico que comparten el edificio estudiantes de distintas
nacionalidades que aprenden español en Cuba: chinos, norteamericanos,
vietnamitas. Entonces apunta: “¡No me digas!, ¿también chinos?”. Y me
recuerda con detalles los programas de ese convenio con la República
Popular China.
“¿Y cómo se organiza el Consejo Universitario del Edificio Varona al
tener la carrera de Física y los estudios para aprender español?”,
insiste. Le comento que es provisional, hasta la terminación del
edificio de Física. Entonces el Varona será centro de convenciones de la
Colina universitaria.
Por fin logro comentarle de las actividades de la jornada que
preparamos los universitarios para conmemorar el aniversario 70 de su
ingreso a la casa de altos estudios. Le adelanto también nuestra idea de
ascender el Turquino.
—Especial, Randy, prepárense. Te contaré anécdotas, cuando nos veamos, de la experiencia nuestra en la Sierra.
No quiero guardarme ningún detalle y le comento también que
visitaremos su casa natal. Responde con un silencio largo, que rompe
para indagar cómo van mis estudios de Filosofía, en qué año estoy de la
carrera, qué piensa mi familia de lo que hago.
Después quiere conocer cómo se organiza la FEU en la Universidad. Le
describo el apoyo del Rector y de la Universidad en el mejoramiento de
las condiciones de vida y de la infraestructura, de las residencias
estudiantiles, de las facultades y del perfeccionamiento del Estadio
Universitario, conocido por los de la UH como el SEDER.
Con una precisión que asombra, detalla cada lugar en ese estadio
universitario, cuando le digo de todos los preparativos para los Juegos
Caribe. Se nota que conoce la Colina como la palma de su mano. Podría
decirse que sabe ubicar cada adoquín de la casa de altos estudios.
También se interesa por el Aula Magna, por la organización de la
actividad por el 162 natalicio de José Martí, el concierto del maestro
Frank Fernández y el lanzamiento de la convocatoria por los 70 de su
ingreso a la Universidad.
En la despedida “¡un abrazo! y mañana nos vemos”. Y me quedo casi hipnotizado. Aún no ha acabado mi sueño de hacerse realidad.
Fidel no está al teléfono
Viernes 23 de enero. Casi es hora de empezar el encuentro mensual del
Consejo de la FEU de la Universidad de La Habana, en el Salón de los
Mártires de la Colina universitaria. Me excuso por no poder estar
presente. Aseguro que en próximos días la Universidad de La Habana será
escenario de una noticia de alegría para todo nuestro pueblo y de
trascendencia mundial.
Me despido de Henry, el secretario de la UJC en la Universidad, que
años antes tuvo también el honor de conversar con el Comandante.
Son muy puntuales en la recogida quienes me pondrán frente a
Fidel.
Choferes muy amables que saben reconocer mis nervios y los calman,
evidentemente solidarizados con mi tensión ante la perspectiva de mi
primer encuentro personal con Fidel. Conversan sobre nuestras
respectivas provincias: ellos son de Santiago de Cuba y yo de Matanzas.
Al poco rato, se detiene el carro y me sueltan las palabras que he
esperado con desespero y contención. “Ya estás en la casa del
Comandante”. Y salgo dispuesto a vivir el que seguramente se convertirá
en uno de mis instantes más trascendentales. Y resulta que no será un
instante. Porque hablaré con Fidel durante más de tres horas.
En la puerta del jardín espera Dalia, su esposa. Le entrego una flor
que recibe con agradecimiento especial y me acompaña hasta una puerta de
cristales, unos pocos metros más adelante. Detrás, espera el
Comandante.
—¡Randy —saluda jovial— a ver qué tanto te pareces a Echeverría…!
Comienza la conversación de esta tarde con Fidel. Y ya no está al
teléfono, sino a unos pocos metros, como si fuera mi habitual compañero
de charlas. Combato con mi emoción para poder guardar cada hecho con
precisión.
Me enseña la compilación de sus
Reflexiones, y hace
referencia a algunas de ellas, leyendo ideas o páginas enteras. Me
cuenta que es una colección de la que se editaron 500 ejemplares, que se
acompaña de un catálogo con dibujos de Rancaño.
Transcurre el tiempo mientras repasamos muchos temas. Trato de
llevarme todos los detalles de su grandeza, no le quito los ojos de
encima. Él, como convocándome siempre al conocimiento, lleva las riendas
de la conversación. No dejo de pensar en cómo las circunstancias de la
Sierra —de la guerra— y los actuales desafíos pueden moldear tan
especialmente a un hombre.
Me comenta de la astronomía, de los observatorios en el mundo.
Insiste en la necesidad del desarrollo de las ciencias como la única
forma de que la inteligencia predomine, de la relación de esas materias
con la economía y la calidad de la formación de estos profesionales en
las universidades.
También habla muy entusiasmado de la donación al Zoológico Nacional
de Cuba, de las especies animales de Namibia, y su interés en la
novedosa práctica del traslado.
Persiste en su llamado de atención a la producción de alimentos para
los seres humanos y animales, y muestra fotografías del sembrado de las
plantas con las que experimenta. Me revela varias semillas, hablando del
costo y su importancia; de la situación del combustible.
Sobre la mesa de trabajo, decenas de cables de prensa recopilados en
una carpeta. Veo de cerca y compruebo su legendario interés por estar
informado de todo, lo mismo del acontecer nacional que internacional.
Se detiene en particular en la lectura de cables recientes con una
infografía de la cadena Rusia Today sobre qué nación contribuyó más a la
derrota de Alemania en 1945. Durante años, la mayoría de los europeos
reconocían a la URSS. Más recientemente los datos se han invertido y se
le da la prominencia a Estados Unidos.
Pero también hablamos de él, de sus ejercicios físicos diarios, de la
alimentación correcta. Sigo sin creerme que estoy al lado del hombre
que más ha hecho por el logro de relaciones de justicia entre los
hombres, y descubría la maravilla de atisbar, desde la rememoración del
pasado, qué es el futuro.
Aún tiene bien grabado que soy de Matanzas. No iba a dejarlo pasar
tan fácil. Entonces me pide que le cuente cómo funciona la práctica de
deportes en mi ciudad. Sin darme demasiado tiempo a pensar me inquiere
sobre las perspectivas del equipo de pelota de Matanzas con la
conducción de Víctor Mesa, y de la alegría y emotividad que le impregna a
la Serie Nacional. Luego se refiere a otros equipos presentes en esta
Serie, y al desafío de ser matancero y estar en la capital, tan
defensora de su equipo Industriales. Reímos los dos. Y yo admiro ese
amor por el deporte que siempre ha dejado ver.
Después habla de las revoluciones que vienen contra la filosofía
dominante, y me comenta que no se puede dejar de creer en ellas, pues
cada revolución termina por renacer. En un momento especial, se refiere a
Venezuela y habla con gran emoción de
Chávez y de
Maduro.
También comenta sobre Nicaragua y el empeño de
Daniel Ortega y su esposa en el desarrollo de esa pequeña nación.
Volviendo al tema de nuestra Universidad, le muestro un catálogo y
recorremos en su mapa todos los sitios que recordaba: la cafetería de la
Facultad de Derecho —me cuenta algunos detalles de su construcción y
ubicación—, otros sitios significativos para él, y me pide que le cuente
de las Facultades de la Colina y las que actualmente están fuera de
ella. Recuerda los tiempos desafiantes de su formación y sus históricos
encuentros con los estudiantes universitarios luego del triunfo
revolucionario.
Al mostrarle una serie de diseños dedicados a él, me pregunta quién
los hace. Le respondo que un estudiante que también se llama Randy, de
apellido Pereira y que estudia en cuarto año de Comunicación. Entonces
se interesa por saber dónde imprimimos los carteles y los pulóveres,
pues yo llevaba uno con el símbolo de los Juegos Caribe.
No me voy sin dejarle de recuerdo una foto de Henry, actual
secretario de la UJC de la Universidad, e Indira, quien trabaja en la
Dirección de Extensión Universitaria, los dos jóvenes que le entregaron
en el 2010 la fotografía suya que dice: “Aquí me hice revolucionario…”.
Leo la convocatoria a la Jornada por los 70 años de su ingreso a la
Universidad, y le comento sobre los invitados que habrá y el modo en el
que hemos concebido la actividad.
También repasamos con interés un ejemplar del periódico Resumen
Latinoamericano, dedicado a los Cinco. Emocionado, recorre los rostros
de René, Fernando, Tony, Gerardo y Ramón, y se detiene en las
características más significativas de cada uno de los Héroes.
Ya casi parece que me iré. Pero retoma la conversación sobre las
nuevas formas de contrarrestar algunas enfermedades, entre ellas, la
diabetes, con la producción de algunos alimentos naturales; de la
relación de Cuba con África, desde la contribución a la independencia
con sus países, el fin del apartheid y de la actual contribución de
médicos cubanos a la lucha contra el Ébola. Y agradezco por dentro que
este momento aún no se me acabe.
Finalmente me muestra algunas páginas de temas que estudia en este
momento. Entre ellos, uno sobre el Banco Central de Cuba con costos de
los alimentos, metales básicos y preciosos, del azúcar, energía, tasa de
interés.
No me deja ir sin que le ponga en el televisor un disco que le llevé
como regalo, con las imágenes del recibimiento de los estudiantes de la
Universidad a los del Crucero Semestre en el Mar, que visitaron el país
en el mes de diciembre.
Se interesa por cómo nos fue con nuestros colegas norteamericanos,
indaga en el programa de actividades. Al visualizar las imágenes… no sé
por qué veo un Fidel diferente, mucho más cercano de lo que pensaba. La
imagen de unos estudiantes norteamericanos sin pulóveres que tenían
escrito CUBA en el pecho, lo traen a su momento más alegre y entusiasta.
Llega el instante de irme. Nos despedimos al estilo tradicional
primero. Pero luego quiere conocer un modo más actual. Le enseño
entonces aquel que ensayamos muchas veces con nuestros socios, más
juvenil y diferente. Es tanta su insistencia que termina aprendiéndolo. Y
lo practica varias veces antes de que finalmente nos digamos hasta
luego.
Camino nuevamente por mis calles y pienso en lo que he vivido. Me
llevo con intensidad el Fidel lleno de vida que conversó conmigo animada
e inteligentemente. Con la sencillez que imaginaba, pero con esa
capacidad infinita de sorprender.
Pienso en un escritor y encuentro una frase para que resuma lo que
siento. Si la verdadera grandeza del hombre solo la puede alcanzar en el
Reino de este mundo, no puedo menos que verla en él, que ha trascendido
el escalón más alto de la especie humana para transformarse en leyenda.
Varios días después, aún la emoción me humedece los ojos. Sigo
viéndolo frente a mí, tan vivo, con tanta energía y claridad, burlándose
con esa vitalidad de quienes han pretendido hacer creer que ya no está.
Aún puedo pensarlo, mesándose la barba, analizando quién sabe cuántas
cosas.
No ha dejado de ser estudiante universitario. En un ambiente familiar
y cordial, con su mirada más allá de las apariencias, me acercó a su
infinito caudal de inteligencia. Y yo casi me asusto de ver lo mucho que
me queda por estudiar y aprender. Le agradezco entonces el revelarme
esa verdad y proveerme de una guía para entender cómo conducirme por lo
inexplorado con curiosidad y tino.
Haber ocupado parte de su tiempo es el honor más grande que he recibido.
Por nuestra FEU y nuestra Universidad de La Habana viví esta
excepcional oportunidad. Fueron varias noches sin dormir de la alegría,
de los impacientes deseos de volver a conversar con él…
Implícito en todo, más allá de lo que pueda decir, va la enseñanza de
la humildad, de la confianza en nosotros, en el futuro de la Patria. La
certeza de que este encuentro es la continuidad de más deberes, de más
compromisos.
Fidel sigue en una marcha constante al compás de nuestro tiempo, como
símbolo imperecedero, como eterno joven universitario. No puedo plasmar
todo en palabras, pues aún llego a creer que es un sueño. La esencia de
los milagros es inapresable por más que lo intentemos. Fidel es un fuera
de serie.