Ramiro Lizondo Díaz*
Los primeros seis meses de la segunda gestión del Gobierno Nacional se pueden resumir como los de un proceso de arduo aprendizaje. El contexto está marcado por la construcción de un nuevo entramado normativo que viabilice un país que se pretende también nuevo. Sin embargo, la gestión se seguirá realizando sobre la base de la normativa anterior, en tanto no se termine de elaborar la nueva arquitectura institucional y normativa necesaria para el nuevo Estado Plurinacional.
Es un proceso complejo y por lo mismo arduo y lento. En sí mismas, las instituciones continúan con el instrumental básico heredado del antiguo Estado y las pautas son las que ha dejado el modelo neoliberal. Además, la gran mayoría de los gestores públicos provienen de los anteriores gobiernos. Por lo tanto, la transformación que se pretende, llevará su tiempo.
En términos macroeconómicos, el éxito del gobierno de cambio ha sido significativo. En los primeros cuatro años de gestión se cumplió con las promesas electorales de convocar a una Asamblea Constituyente, nacionalizar los recursos naturales (entiéndase hidrocarburos), mejorar la estructura redistributiva del ingreso y modificar la estructura de propiedad de la tierra, como pilares del nuevo Estado.
En términos simbólicos, fue la emergencia de los movimientos sociales e indígenas de base la que consolidó el proceso de cambios en el imaginario colectivo a través de la presencia de nuevos actores, que siempre estuvieron presentes pero en condición de subalternos discriminados, y que ahora gestionan su propio gobierno.
La transición de un estado de naturaleza simple a otro estado de naturaleza compleja tiene sus tiempos, sus liderazgos, sus dificultades y también sus miserias. La nueva constitución no solo reconoce otras formas de organización de la economía, sino que una nueva forma de organización territorial en la que la participación del Estado en determinante.
Pero no es cualquier Estado, si bien, la nueva estructura estatal se conforma sobre la noción de lo plurinacional, ésta a su vez se cruza con una condición histórica de ser un país que subsiste gracias a su vocación primario exportadora adquirida a lo largo de varios siglos y que se mantendrá todavía por un largo tiempo. Sin embargo, la disputa por el excedente, como condición de posibilidad del país y del desarrollo de la conciencia nacional, ha sido resuelta. La correlación de fuerzas ha permitido que los excluidos propongan su propia agenda pero sin excluir a los que siempre los habían excluido.
En el marco del paradigma liberal del crecimiento Bolivia crecen a tasas altas y esto, no habría sido posible sin la participación del Estado en la economía. En contra de lo que argumenta el dogma neoliberal de que el Estado es un factor pernicioso para el mercado y la economía, en nuestro caso, la mayor presencia estatal en el ámbito económico fortaleció el mercado interno y permitió que las rentas recuperadas por la explotación de nuestra base material sirvan para iniciar un proceso de industrialización básica en el mediano y largo plazo.
Desmantelar el antiguo Estado colonial será un proceso largo
El neoliberalismo y la privatización de las empresas estatales nos heredaron una economía terciaria y parasitaria que flexibilizó e hizo más precario el empleo. Asegurar los derechos laborales, las pensiones y los sistemas universales de salud y educación, son tareas pendientes que deben ser una prioridad de la gestión de gobierno.
Los primeros seis meses de esta segunda gestión se caracterizaron por ser un espacio del caos creativo, más aún con la evidente contradicción entre los valores y la lógica del Vivir Bien y la razón desarrollista del actual programa de gobierno que pretende un salto industrial en los marcos de la modernización urgente del país.
Parecería que estuviésemos en una etapa protoindustrial de nuestra historia y que nuestro horizonte es una industrialización radical del tipo europeo con la ventaja de contar con ingentes cantidades de recursos naturales que en la racionalidad de la ética liberal son solo recursos que pueden ser convertidos en dinero. Un problema mayor es que no podemos superar nuestra mentalidad de socavón y salir de la lógica de cosificación de nuestra base material, como siempre ocurrió a lo largo de nuestra historia de expolio y saqueo. En todo caso, sin que parezca una contradicción, no podemos estar ajenos a la evolución de la economía mundial y tenemos un papel que cumplir en la división internacional del trabajo. Por lo menos durante un tiempo, que no sabemos cuanto puede durar, pero que si podemos acelerar, nuestro papel es proveer materias primas.
Por un buen tiempo seguiremos inmersos en la producción primaria exportadora. Por lo tanto, en una relación de dependencia con los precios internacionales y las transnacionales que controlan el mercado mundial de las materias primas. Por el momento, nuestro modelo extractivista es al mismo tiempo nuestro vínculo con el mercado mundial. En términos crematísticos, es un modelo que genera excedentes que luego se redistribuyen en la sociedad y las regiones con políticas sociales destinadas a reducir las brechas generadas en la distribución de los ingresos.
Una racionalidad pragmática nos indica el camino de la transformación de las condiciones iniciales de producción, que se sustenta en la producción primaria. Pero es obvio admitir que no sería responsable por parte del gobierno de cambio, no orientar los excedentes recuperados a desarrollar procesos de agregación de valor en el conjunto del aparato productivo nacional. De hecho se está haciendo eso con la creación de muchas empresas estatales de carácter estratégico que no solo apuntan a cumplir el mandato de la Constitución y el Plan Nacional de Desarrollo, sino que permitirán asegurar la presencia del Estado en la economía garantizando a los ciudadanos el acceso a bienes y servicios, muchos de ellos considerados como derechos humanos.
En el nuevo contexto, la nacionalización de las empresas estratégicas y el control del excedente económico por el Estado, le dan una base técnica-material a la soberanía relativa del Estado Plurinacional. A esto se suma un aporte crítico y real a la economía convencional neoclásica a través de la concepción del “Vivir Bien”, no solo como una posibilidad de negar el paradigma liberal del crecimiento sino como un nuevo modelo de desarrollo distinto al occidental y moderno y, que nos permita superar la racionalidad lineal antropocéntrica y la lógica de acumulación capitalista mediante la búsqueda del equilibrio entre todos los seres vivos que conviven en un espacio determinado, sin amos ni esclavos.
Las reformas constitucionales incluyen la categoría del “Vivir Bien” y consideran a la naturaleza como sujeto de derecho, y a la economía comunitaria, exenta de la lógica mercantil, como el mecanismo o la llave para alcanzar el horizonte socialista en el largo plazo. En contraposición al modelo de acumulación capitalista que es físicamente insostenible, el proceso de cambios en Bolivia, ofrece la posibilidad de proponer el “Vivir Bien” como un nuevo paradigma construido desde la comunidad para superar el antropocentrismo occidental.
La nueva arquitectura institucional y normativa
El Estado Plurinacional necesita una nueva arquitectura institucional y para ello se requieren de recursos que la instrumentalicen y pongan en marcha. Es la tarea más difícil ahora. No todos los gestores, por no decir la mayoría, están teniendo la lucidez suficiente para entender lo que está pasando. En muchos casos, su relación con el nuevo Estado y sus instituciones es de tipo clientelar. La mentalidad colonial de muchos funcionarios o tecnócratas de alto rango es difícil de superar, por eso su molestia de tener como ministros u otras autoridades importantes a personas provenientes de los movimientos indígenas y populares. Para estos últimos es aún más complicado hacer una gestión eficiente porque en algunos casos no han tenido acceso a los conocimientos técnicos necesarios para ello, y además deben sortear la desidia de sus propios colaboradores o asesores y por otro lado, las miserias de los taimados “especialistas” que se arrimaron al carro del cambio solo con fines clientelares. Este tipo de burocracia no es la burocracia eficiente y necesaria de tipo weberiano para gestionar el Estado.
Este periodo de caos creativo no tiene equivalentes en nuestra historia política y económica. Tal vez por eso mismo parece tan difícil de implementar. Más aún cuando muchos de los encargados de gestionar el nuevo Estado leen con sarcasmo y en algunos casos con actitudes de abierto sabotaje la construcción de lo plurinacional. Muchas veces se exigió a esta casta burocrática un papel creativo y audaz que a pesar de normativas heredadas y disfuncionales con el proceso de cambios y la misma gestión de gobierno debían tener en su horizonte la transformación de sus estructuras mentales y el compromiso por un período de nuestra historia que no tiene parangón con el pasado.
En todo caso, la única mística revolucionaria del proceso lo aportan los movimientos sociales indígenas y campesinos de base. Justamente el segmento social menos beneficiado con el proceso y sin embargo, el más comprometido. Es un período de aprendizaje arduo en el que no existen espacios para los derrotados. La tragedia sería creer que éste es un gobierno más, como los anteriores, uno más…. Por eso mismo, necesitamos acelerar la marcha.
*Economista Boliviano