martes, 14 de agosto de 2012


Sencilla y eternamente, Fidel
13 Agosto 2012 Hugo Moldiz Mercado
Fidel con el machete de Antonio Maceo, acto en el 35 aniversario de la Revolución. Santiago de Cuba el 1 de Enero de 1994 Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Fidel con el machete de Antonio Maceo, acto en el 35 aniversario de la Revolución. Santiago de Cuba el 1 de Enero de 1994 Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Hace 86 años, un 13 de agosto de 1926, en la finca Birán, de la actual provincia cubana de Holguín, ni su padre, de origen español, ni su madre, cubana de nacimiento, imaginaron que la tierra de los mambises estaba alumbrando al personaje más lúcido, visionario y humanista que la historia mundial había conocido hasta ahora.
La historia la escriben los pueblos, pero al mismo tiempo hay pocos hombres que aceleran los ritmos de ese camino largo hacia la conquista de la emancipación, que será el momento en que hombres y mujeres se eleven a su condición de plenos seres humanos. Fidel es uno de ellos.
Su conducción fue determinante para que Cuba -esa mayor de las Antillas que junto a Puerto Rico tuvo que resignarse a su independencia parcial en el siglo XIX- se convierta en el primer territorio libre del dominio estadounidense en América Latina y el Caribe desde 1959, ha contribuido de distintas maneras -junto a su pueblo- a las luchas emancipadoras en los países del llamado Tercer Mundo, ha desplegado -también con su pueblo- una solidaridad hasta ahora inigualable hacia los que más lo necesitan al compartir lo poco que ese pequeño país tiene, es una referencia de moral y éticas inobjetable, ha sido uno de los primeros -como dijera el presidente Evo Morales en Río+20 este año- uno de los primeros en advertir los riesgos que acechan al planeta por el desenfrenado desarrollo del capitalismo y nunca ha dejado de desarrollar “batallas de ideas” por la paz mundial.
El octogenario líder cubano y latinoamericano, el cuarto de seis hermanos, es de esos extraños y raros personajes, de los cuales nace uno cada siglo, que reúne múltiples capacidades: de intelectual orgánico, como diría el italiano Gramsci, pero también, como ha quedado demostrado a lo largo de su vida, de conductor político y estratega militar, además de irrebatible y profundo humanista. Por eso, Raúl Castro, poco después de ser electo Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba, el 24 de febrero de 2008, afirmó sin ninguna dubitación: Fidel es Fidel.
Desde muy niño desarrolló un compromiso con la justicia, la libertad y la igualdad y se perfiló como líder de masas cuando a pocos días de pisar las escalinatas de la monumental universidad de La Habana, convocó a los estudiantes a terminar con las bandas gansteriles que atemorizaban a los universitarios y los llamó a seguir con el ejemplo de Julio Antonio Mella, el joven dirigente universitario que fundó la FEU y luego el primer Partido Comunista de Cuba en los años 20.
Su inclinación por la política como medio de ponerse al servicio de la sociedad y de realización de las más profundas aspiraciones humanas están fuera de toda duda. Ya en su condición de estudiante de derecho ingresó a militar en la juventud ortodoxa, una organización política liderizada por Eduardo Chibás, luchador incansable por la honradez, de quien es conocida su frase: “vergüenza contra dinero”.
Fidel se convirtió en un símbolo de dignidad y consecuencia nacional e internacional desde el audaz asalto del Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, un 26 de julio de 1953. En la acción sufrieron una derrota militar pero cosecharon una victoria política cuando Fidel, asumiendo su propia defensa en el juicio instaurado en su contra, presentó su alegato conocido como “la historia me absolverá” y junto al resto de compañeros pasó varios meses en prisión. Condenado al exilio, parte a México, donde reagrupa a sus más cercanos colaboradores y conoce al Che, a quienes les asegura: “…si salgo, llego; si llego, entró; si entró, triunfo”.
De vuelta a Cuba, en diciembre de 1956, establece victoriosamente la columna guerrillera en Sierra Maestra contra el ejército de Batista, el mejor armado por los Estados Unidos en América Latina. Tras casi dos años de triunfos militares acumulados y de sostenido crecimiento político en todo el país, se produce la heroica toma de la ciudad de Santa Clara por el Che y de Yaguajay por Camilo, a fines del 58, lo que coronó el triunfo revolucionario, en enero del 59, y ratificó la primera medida popular emitida ya durante la última fase de la lucha guerrillera: la reforma agraria con la cual cerca de 20 mil campesinos accedieron a la tenencia de la tierra.
De ahí en más, el humanismo del proyecto de Fidel se materializaría dentro y fuera de Cuba. Desde enero de 1959, cuando los revolucionarios oficializan la toma del poder y a pesar de la invasión mercenaria organizada y financiada por la CIA en abril de 1961 por Playa Girón y no obstante el bloqueo de más de cincuenta años del imperio más poderoso que la humanidad haya conocido jamás, no hay día en que la revolución cubana no haga los esfuerzos más grandes por su pueblo y por otros de todo el mundo.
Su respaldo a la lucha emancipadora de los pueblos es permanente y sus formas han variado en función de las condiciones histórico-concretas. Desde la década de los se las jugó, con la visión latinoamericanista de José Martí, Simón Bolívar y Máximo Gómez, al apoyar los esfuerzos de rebelión política y militar en varios países de Nuestra América. Pero también hasta los 80 lo hizo, contra el celo de la otrora URSS, al respaldar los movimientos de liberación nacional africanos en Namibia, Mozambique, Angola y el Congo y, sobre todo al apoyar la rebelión de la Sudáfrica de Nelson Mandela contra el Apartheid. Y después del derrumbe de la URSS y el campo socialista de la Europa del Este -lo que le implicó perder cerca del 90 por ciento de su comercio exterior-, Fidel y la revolución cubana no abandonaron su compromiso con la humanidad y han desplegado desinteresadamente a miles de médicos y educadores en el Tercer Mundo.
Si bien es cierto, como dijera el líder cubano, que las revoluciones ni se exportan ni se importan, es evidente, al mismo tiempo, que Cuba, de la mano de Fidel, es la referencia política, moral y simbólica de los procesos políticos que países como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua llevan adelante, pero también de otros menos profundos, como los de Brasil, Argentina, Uruguay y otros.
De hecho, difícilmente América Latina y el Caribe tendrían hoy la condición de posibilidad de avanzar hacia su emancipación sin el triunfo de la revolución cubana a fines de la década de los cincuenta. Y difícilmente habría nacido la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) sin ese machacar permanente que hace Fidel en su lucha consecuente e ininterrumpida -al que felizmente se han unido desde fines del siglo XX líderes extraordinarios como Evo Morales, Hugo Chávez y otros- contra el imperio más poderoso que ha conocido el mundo.
La adversidad no frenó su lucha y compromiso con el mundo. Todo lo contrario. Su papel en la actual coyuntura, que el mismo bautizó como “la batalla de las ideas”, ha sido sobresaliente y quizá determinante en la profundización de la crisis de la hegemonía imperial, al punto tal de resignificar, a través suyo, el pensamiento libertario y la acción revolucionaria de grandes personajes como Carlos Marx, Simón Bolívar y José Martí, pero también de reivindicar a los indígenas de América Latina, que es algo poco conocido de su pensamiento pero profundamente martiano.
Fidel jamás retrocedió en su compromiso con el destino de la humanidad. Después del 31 de julio de 2006, cuando una complicación intestinal lo alejó de la vida pública y lo obligó a presentar una proclama por la que se alejaba de la máxima responsabilidad de conducción del Estado, ha concentrado su esfuerzo en la “batalla de las ideas” a través de centenares de reflexiones. Sus escritos, sensibles con el desarrollo de su pueblo y el mundo, siguen esa línea visionaria y representan una verdadera referencia política, intelectual, académica y moral.
Fidel es y será, para los revolucionarios y para la gente buena del mundo, el eterno Comandante en Jefe. Pero sobre todo será, sencilla y eternamente, Fidel. A diferencia de los 11 presidentes estadounidenses que pasaron por la Casa Blanca desde 1959 intentando derrotarlo e incluso asesinarlo, éste ser humano insólito, como lo describío hace años Gabriel García Marquez, ha trascendido al socialismo y a la propia historia. Hombres como él nos demuestran que “…otro mundo es posible”.

lunes, 13 de agosto de 2012

Los 86 de Fidel



12 Agosto 2012 en Armando Hart Dávalos,
Fidel Castro en el encuentro con intelectuales. Foto: Roberto Chile
Fidel Castro en el encuentro con intelectuales. Foto: Roberto Chile

Un nuevo aniversario del natalicio de Fidel, esta vez el 86, nos incita a reflexionar sobre el inagotable caudal de ideas y enseñanzas que nos brinda su batallar incesante durante casi siete décadas en el terreno de la política.
Cuando parecía que un gravísimo problema de salud, con alto riesgo para su sobrevivencia, lo apartaría definitivamente, no solo de sus responsabilidades al frente del Partido y el Gobierno del país sino también de cualquier actividad pública, supo, con un tesón y voluntad inimaginables, sobrepasar aquella prueba terrible y continuar su lucha, en otro plano, por las ideas que en favor de Cuba y de la humanidad siempre había defendido. Así, en su Reflexión del 31 del julio del 2007, expresaba: La vida sin ideas de nada vale. No hay felicidad mayor que la de luchar por ellas.
Esa voluntad de acero, esa firmeza en la defensa de las ideas más justas, no solo para su país sino también para la humanidad, ese apego invariable a los principios que han dado fundamento a su accionar político a lo largo de toda su vida es lo que hace de Fidel un gladiador imbatible y una figura de talla universal. La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20 ha venido a subrayar, una vez más, la justeza de sus ideas y su trascendencia como líder mundial. Muchos le rindieron homenaje, en ese marco, a Fidel Castro, que figura entre los primeros estadistas que comenzó a estudiar y alertar acerca de la catástrofe que se nos avecinaba y a promover acciones que permitieran detener y revertir, antes de que sea demasiado tarde, los acelerados cambios climáticos que atentan contra la existencia de la humanidad.
Como un monumento a su dedicación y a su visión estratégica del tema nos ha quedado lo planteado por él, hace ahora 20 años, en aquella Cumbre de la Tierra, en junio de 1992, en Río de Janeiro: «Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».
Gracias a esa visión estratégica de Fidel nuestro país está hoy a la vanguardia en la lucha por desarrollar una mayor conciencia acerca de los graves peligros que amenazan el precario equilibrio que hace posible la vida en nuestro planeta. Sus más recientes Reflexiones subrayan la necesidad de alcanzar un desarrollo sostenible combatiendo la pobreza y la desigualdad social así como la contradicción entre la existencia del sistema capitalista imperialista depredador del medio ambiente y la supervivencia de la humanidad. El brillante discurso pronunciado en esa Cumbre por Raúl Castro dio continuidad, en las condiciones actuales, a esa política invariable de nuestra Revolución.
Otro tema que quiero enfatizar en esta ocasión es el referido a la importancia que ha concedido siempre Fidel al papel de la juventud y a su formación revolucionaria. En su intervención precisamente en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en ocasión del 60 aniversario de su ingreso a ese centro, el 17 de noviembre de 2005, se refería a ese necesario relevo generacional señalando:
«Aquí hemos estado hablando de acontecimientos de nuestras vidas, de nuestra universidad, de nuestra Alma Máter, de los que llegamos hace algunas decenas de años y los que están hoy aquí, que ingresaron en el primer año o que están a punto de graduarse, o algunos se han graduado ya y están desempeñando funciones que otros, con menos experiencia, no podrían realizar».
Y más adelante apuntaba:
«Ojalá yo tuviera más tiempo para hablar, pero este ahora de ahora es un ahora sin precedente, es una hora muy distinta de todas las demás, en nada se parece a la de 1945, en nada se parece a la de 1950 cuando nos graduamos, pero poseedores ya de todas aquellas ideas de las que hablé un día, cuando afirmé con amor, con respeto, con entrañable cariño, que en esta universidad, donde llegué simplemente con un espíritu rebelde y algunas ideas elementales de la justicia, me hice revolucionario, me hice marxista-leninista y adquirí los sentimientos que a lo largo de los años he tenido el privilegio de no haberme sentido nunca tentado, ni en lo más mínimo, a abandonarlos alguna vez. Por eso me atrevo a afirmar que no los abandonaré jamás».
Estas ideas de Fidel me confirman la pertinencia de la necesidad de continuar el diálogo de generaciones en el que intervengan quienes traemos la experiencia vivida como partícipes en la vida política en la segunda mitad del siglo XX y los que asumen responsabilidades crecientes en estos inicios del XXI y desarrollarán su vida política hasta bien entrado el mismo, como una garantía de la continuidad histórica de la Revolución. Se trata, de hecho, de un intercambio de experiencias entre dos siglos.
Nuestros hijos y descendientes, aquellos que vivirán bien entrado el siglo XXI, reclaman de nosotros una acción y un pensamiento fundamentado en la cultura de emancipación que tiene en el pensamiento de Martí y de Fidel su orientación cardinal. Solo los malvados y los mediocres renuncian a este glorioso empeño. Estamos obligados por mandato de la historia a preservar la memoria histórica de nuestro pueblo y a transmitir ese legado a las nuevas generaciones.
Este es mi homenaje a Fidel en su aniversario 86, que lleva a Martí en la mente y el corazón desde sus primeras lecturas del Apóstol, que ha sido su mejor discípulo y que ha enriquecido su ideario con el conocimiento y las vivencias de la práctica política en la segunda mitad del siglo XX y en estos inicios del XXI. Él ha estudiado e interpretado su pensamiento con profundidad y ha volcado ese conocimiento en el difícil arte de hacer política en función de los intereses del pueblo. Me he propuesto dedicar lo que me queda de vida al objetivo de trasladar a las nuevas generaciones las enseñanzas de más de 50 años de lucha por nuestra plena y total dignidad y soberanía. Mi único mérito, y para mi es bastante, ha sido y es haber estado junto a la Revolución de Fidel y orientado por las enseñanzas de Martí.

URL del artículo : http://www.cubadebate.cu/opinion/2012/08/12/los-86-de-fidel/

Canto a Fidel: ¡Feliz cumpleaños, Comandante en Jefe!








Por Carilda Oliver Labra.

No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.


Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
ese que allá en la montaña
es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.


Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
novio de todas las niñas
que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.


Por su insomnio y sus pesares
por su puño que no veis,
por su amor al veintiséis,
por todos sus malestares,
por su paso entre espinares
de tarde y de madrugada,
por la sangre del Moncada

y por la lágrima aquella
que habrá dejado una estrella
en su pupila guardada.


Por el botón sin coser
que le falta sobre el pecho,
por su barba, por su lecho
sin sábana ni mujer
y hasta por su amanecer

con gallos tibios de horror
yo empuño también mi honor
y le sigo a la batalla
en este verso que estalla
como granada de amor.


Gracias por ser de verdad,
gracias por hacernos hombres,
gracias por cuidar los nombres
que tiene la libertad.


Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.


Gracias por tu corazón.


Gracias por todo, Fidel.


(con el permiso de Antorcha Encendida)